En España, donde todavía rige una democracia, por tambaleante que sea, ambos escándalos tienen al borde de la cárcel a sus protagonistas. Al contrario de los ilícitos de la susodicha exvicepresidenta, según la legislación venezolana, quien con el referido trasiego de oro y dinero sucio, habría sido sorprendida, manos en la masa, en contrabando de extracción; tráfico y comercio ilícito de recursos o materiales estratégicos, legitimación de capitales, ejercicio ilegal de la minería y a buen seguro, hasta ecocidio. Las penas máximas nada más que por los tres primeros ilícitos totalizan la bicoca, de 32 años de prisión (Cfr. Ley sobre el Delito de Contrabando, artículo 2 y Ley Contra la Delincuencia Organizada en sus artículos 34 y 35, respectivamente), sin embargo, la matrona en lugar de ser recluida, previo el debido proceso, en el pabellón para internas muy peligrosas, del INOF, Instituto de Orientación Femenina de Los Teques, cada día se ha puesto más valentona.
La senadora colombiana, Piedad Córdoba, prócer, también, de la RoboLución Bolivariana, poco antes de morir, primero, y el “Pollo” Carvajal, exhombre fuerte del servicio de inteligencia de dicha RoboLución, después, acusaron que a Zapatero, guapo y apoyado, le habrían adjudicado por sus “asesorías internacionales” algún yacimiento de oro o de coltán, enclavado en el corazón de nuestro Arco Minero.
Sería, la explicación más plausible de la lenidad, complicidad, encubrimiento, de la vista gorda de las autoridades de uno y otro lado del Atlántico, en lo que concierne, a los escandalosos episodios de corrupción antes citados. Restaría por determinar, quiénes más, han participado referida rebatiña.
Y usted, señora lectora, señor lector seleccione a su corrupto favorito. En el caso concreto, doy por sentado que el pimentón, felón, bigotón, ha ido pegao, en tal madre de expolio.
@omarestacio