Seis opositores venezolanos viven bajo confinamiento forzado en la Embajada Argentina en Caracas. Estos disidentes, que conocen muy bien el peso brutal del régimen de Nicolás Maduro, están cada vez más olvidados en el limbo diplomático en un país donde la Justicia y otras instituciones del Estado han fracasado. El día 20 cumplieron siete meses como expatriados en su propia patria.
Son miembros del equipo de la líder opositora María Corina Machado y fueron atacados por el régimen de Maduro acusados ??de terrorismo, acciones violentas y desestabilización del país. “Crímenes” que repetidamente se atribuyen a opositores en Venezuela. Una receta típica para que cualquier régimen híbrido o dictatorial enjaule a sus críticos.
A pesar de estar en Venezuela, legal y formalmente no están allí. Hasta agosto estuvieron meses bajo la protección de Argentina, como si estuvieran allí. Desde agosto se encuentran bajo la protección de Brasil, que tomó la custodia de la embajada argentina.
Pero Maduro, a quien no le importan normas ni leyes, nunca les otorgó salvoconducto para salir del país. ¿Y por qué es eso? Más que una prisión velada, es un cautiverio.
Al secuestrar a seis personas muy queridas por su principal oponente dentro de Venezuela, Maduro impuso una mordaza a la oposición.
Puede parecer absurdo pensar que la dictadura venezolana apuntaría a seis de los asistentes de Machado para amenazar a sus oponentes, sabiendo que cada día ha enviado a prisión a personas inocentes, sometidas a torturas y una serie de otros abusos. Pero el régimen vio como un punto crítico a estas personas, que forman parte del núcleo político de María Corina Machado.
Son muchas las señales que ha enviado Maduro. Desde el inicio del asilo en marzo, la embajada argentina ha estado bajo asedio policial, el suministro eléctrico ha sido cortado varias veces y el régimen parecía dispuesto a romper los tratados internacionales e invadir la representación para arrestar a los “terroristas”.
En los primeros meses que los disidentes estuvieron bajo la custodia de los argentinos, los brutos que el régimen eligió para hostigar y atemorizar a sus rehenes. Luego de que el embajador argentino fue expulsado y la custodia de la representación pasó a Brasil, nada cambió.
Maduro incluso revocó el permiso, impuso una regla de silencio y siguió intimidando. De vez en cuando simula invasiones y mantiene el edificio a oscuras. El gobierno brasileño se vio arrastrado al epicentro de una delicada ecuación, donde la diplomacia y los intereses políticos internos y regionales chocan con la supervivencia física y política de estos solicitantes de asilo.
Esta situación se volvió aún más inestable cuando Maduro y el presidente Luiz Inácio Lula da Silva comenzaron a escenificar desacuerdos. Debido a las presiones internas y externas que pesan sobre su gobierno por su historia de tolerancia hacia la dictadura de Maduro, Lula ha aceptado cada vez más la transición del papel de moderador al de crítico de Maduro.
Personas familiarizadas con el tema dicen que en realidad Maduro y Lula no tienen la misma relación fraternal que el brasileño tenía con Chávez o con otros autócratas. Pero, a pesar de ser más frío, nunca dejó de ser una buena relación. Por tanto, los voltajes pueden tener un doble uso. Ahorrarle a Lula el estrés de lidiar con Venezuela y al mismo tiempo evitarle a Maduro tener que dar un paso atrás para ayudar a Lula.
Si esto es correcto, Maduro podría dar marcha atrás en el otorgamiento de autorizaciones de tutela brasileña sobre la embajada argentina y esto resultaría en una situación crítica para los solicitantes de asilo allí. Una medida que eximiría a Brasil de toda responsabilidad.
La pregunta, sin embargo, ya no sería si Maduro cambiaría la situación, sino cuándo. Las tensiones en Caracas han aumentado y la imprevisibilidad del régimen es un factor constante de inestabilidad. Si bien hasta la fecha Maduro ha respetado los límites de la inmunidad diplomática, no hay garantías de que esta postura se mantenga indefinidamente. En un escenario de escalada de conflictos internos, o en un momento de necesidad de reafirmar el poder, Maduro bien podría decidir romper con las convenciones internacionales e invadir la embajada. Él puede hacer cualquier cosa.
Las cosas empeoran cuando a Brasil se le otorga el veto sobre el ingreso de Venezuela a los BRICS. Al mismo tiempo, Lula necesita separarse de Maduro para aliviar la presión interna. Maduro necesita tomarse un respiro de Lula para estirar la pata en varios aspectos que aumentarán el grado de represión de su régimen. Un incumplimiento de la Embajada Argentina no estaría fuera de discusión. Por favor Dios, estoy equivocado. Dios quiera que el gobierno Lula no colabore con esto.
Lula puede revertir la situación con una simple llamada telefónica. Todos los que puede y ya podrían haber puesto fin a la crisis de asilo. ¿No sería momento de hacerlo ahora?
Este artículo se publicó originalmente en Gazeta do Povo el 24 de octubre de 2024. Traducción libre del portugués por Google Translator