A mediados de los años 80, Pablo Escobar, el célebre narcotraficante y líder del Cártel de Medellín, era conocido por operar el imperio criminal más grande del mundo. Las cifras revelan una realidad escalofriante: desde Colombia, su Cártel traficaba diariamente hasta 15 toneladas de cocaína hacia Estados Unidos, consolidando una red de narcotráfico nunca antes vista. Con esta capacidad, se estima que Escobar llegó a controlar el 80% del mercado mundial de esa droga, con un flujo de ganancias de aproximadamente 400 millones de dólares semanales.
Para el narco colombiano ingresar todas esas toneladas en Estados Unidos fue un desafío que exigió sofisticación y recursos logísticos extraordinarios. Florida se convirtió en uno de los destinos más importantes para su red de distribución en los años 80, y allí el Cártel de Medellín estableció múltiples rutas y métodos que desbordaron la capacidad de control de las autoridades estadounidenses.
A través de aviones privados, embarcaciones rápidas y hasta submarinos caseros, el narcotraficante forjó una ruta blindada hacia el mercado norteamericano. Con el estado de Florida como epicentro, la cocaína de Escobar fue inundando progresivamente las calles de Miami, transformándola en la capital de las drogas en el continente.
Uno de los principales métodos que utilizó Escobar para transportar su producto a Florida fue su flota de aviones privados, conocida como “la aerolínea del Cártel de Medellín”. Según datos de la DEA, Escobar llegó a contar con más de 15 avionetas y jets privados con los que realizaba vuelos regulares entre Colombia y varias pistas clandestinas en el sur de la Florida. Estos aviones, muchas veces monomotores, se cargaban con hasta 500 kilos de cocaína y seguían rutas cuidadosas para evitar la detección de radares y patrullas aéreas estadounidenses.
Aterrizar en el país era solo la primera parte del viaje. Al tocar tierra en pistas remotas o incluso en cayos de Florida, la droga era trasladada rápidamente en vehículos y ocultada en escondites improvisados, listos para su distribución. Según agentes de la DEA, estos aviones estaban equipados para volar en condiciones extremas, y algunos pilotos incluso lanzaban los cargamentos desde el aire para que fueran recogidos por cómplices en alta mar o en áreas rurales de los Everglades.
Lanchas rápidas
Para maximizar el flujo de cocaína hacia el mercado estadounidense, el Cártel de Medellín también utilizaba lanchas rápidas, embarcaciones de gran velocidad y maniobrabilidad que permitían transportar enormes cargamentos a través de las aguas del Mar Caribe.
Conocidas como “go-fast boats”, estas lanchas podían alcanzar velocidades de hasta 90 kilómetros por hora, superando fácilmente a las patrullas de la Guardia Costera de Estados Unidos. Equipadas con motores de alto rendimiento, las lanchas partían desde puertos clandestinos en Colombia y Panamá y eran dirigidas hacia la costa de Florida, donde cargamentos de varias toneladas eran entregados en cuestión de horas.
La mayoría de estas embarcaciones contaban con equipos de comunicación para coordinar la entrega con redes locales de distribución en Miami y sus alrededores. Los pilotos marítimos del Cártel de Medellín eran figuras experimentadas y con un conocimiento preciso de las rutas del Caribe, capaces de esquivar controles y moverse bajo el amparo de la oscuridad o a plena luz del día, aprovechando los intervalos entre las patrullas costeras.