Kamala Harris podría hacer historia como la primera mujer afroamericana y primera persona de origen sudasiático en llegar a la Casa Blanca. Lo hace sin apenas aludir a su género o raza y con la promesa de abrir un “nuevo capítulo” en la política de Estados Unidos.
La trayectoria de Harris, de 60 años, ha estado marcada por las primeras veces: fue la primera fiscal de distrito negra y la primera mujer en ejercer como fiscal general en California; la primera india-estadounidense en llegar al Senado y, cuando Joe Biden la eligió, la primera mujer en la Vicepresidencia.
Sin embargo, ha preferido no hacer énfasis en el carácter histórico de su posible llegada a la Casa Blanca, en contraste con la campaña de Hillary Clinton en 2016.
En su biografía, ‘The Truths We Hold’ (La verdad que sostenemos), explica que prefiere describirse simplemente como “una estadounidense” y afirma sentirse a gusto con su identidad como mujer de raza mixta, pese a los ataques de Trump, quien ha puesto en duda que sea lo suficientemente afroamericana.
Harris está orgullosa de su herencia afroamericana e india. Su nombre, que algunos republicanos fingen no saber pronunciar para atacarla, significa “flor de loto”, una planta que emerge a la superficie solo cuando sus raíces están bien ancladas.
Nacida el 20 de octubre de 1964 en Oakland (California), es la hija mayor de Shyamala Gopalan, una investigadora contra el cáncer de la India, y Donald Harris, un economista jamaicano, quienes se divorciaron cuando ella tenía siete años.
Su madre, fallecida en 2009, fue una figura central en su vida y la persona a quien acudió en un momento determinante para su futuro.
Durante su adolescencia, su mejor amiga del instituto le confesó haber sido víctima de abuso sexual por parte de su padrastro. Harris no dudó en llamar por teléfono a su madre para que su amiga pudiera mudarse con ellas.
Fue entonces cuando encontró su vocación y decidió dedicarse a proteger a las víctimas de cualquier crimen, lo que la impulsó hasta convertirse en fiscal de distrito en San Francisco (2004-2011) y después en fiscal general de California (2011-2017).
En 2016 logró un escaño en el Senado y rápidamente se destacó por sus preguntas incisivas a miembros del Gobierno de Trump (2017-2021), así como a dos jueces nominados por él para el Tribunal Supremo, entre ellos Brett Kavanaugh, acusado de abusos sexuales.
En 2020 se lanzó para competir por la nominación presidencial demócrata, pero tuvo dificultades para definir sus propuestas. Biden acabó siendo el candidato del partido y la eligió para la Vicepresidencia.
Harris, casada desde 2014 con el abogado Douglas Emhoff, apenas pudo brillar en la Casa Blanca. Biden le encargó atajar las “causas raíces” de la migración en Centroamérica, un tema maldito en la política de EE.UU. que lleva décadas sin solución.
Como parte de esa labor, viajó a Guatemala, donde protagonizó uno de sus momentos más controvertidos al decirle a los migrantes que intentan entrar en Estados Unidos: “No vengan”.
Tras una ola de críticas por la aparente falta de empatía, Harris se replegó de la luz pública. Volvió a salir cuando el Supremo anuló en junio de 2022 el derecho al aborto a nivel federal, canalizando la indignación de millones de mujeres.
De esa forma, cuando en julio de este año Biden puso fin a su carrera electoral, Harris construyó rápidamente su candidatura en torno al concepto de libertad: libertad para que las mujeres decidan sobre sus cuerpos y para que cada estadounidense aspire a una vida mejor.
Al ritmo de la canción ‘Freedom’ (Libertad) de Beyoncé, ha recorrido el país gritando “no vamos a retroceder” y proclamando que EE.UU. debe decidir en las urnas si quiere un país de “caos” y “odio” como el que instauró Trump o uno de “libertad” y “esperanza”.
Su promesa ha sido la de unir a la nación tras años de crispación y para ello ha recurrido a símbolos patrióticos, llenando sus mítines de banderas de EE.UU. y sumando apoyos de figuras republicanas como la excongresista Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney (2001-2009).
Harris, quien de niña trabajó en un McDonald’s, se ha posicionado como la candidata de la clase media con la voluntad de reducir los precios de la vivienda, los alimentos y los medicamentos.
Queda por ver si EE.UU. ha escuchado su mensaje y si esa determinación de cambiar el rumbo del país convence a suficientes votantes para hacer historia. EFE