Martin Luther King
No todo lo que brilla es oro o mejor que al pasajero se le conoce por la maleta. Dos proverbios, digamos, castizos en su significado, inteligibles, cuando nos toca evaluar, analizar o valorar a la dirigencia de la sociedad venezolana, entre ella, la política en el largo recorrido donde encontramos figuras sobresalientes, excelentes, muy buenas, buenas, regulares, malas y malísimas.
En cualquier diccionario la definición de liderazgo “es la capacidad de una persona o grupo de personas para influir en los demás y guiarlos hacia el logro de objetivos. Se trata de un conjunto de habilidades que permiten inspirar a los demás y motivarlos a trabajar en equipo para alcanzar metas”.
En cualquier líder debe prevalecer siempre el respeto a la palabra, sinceridad, compromiso y a la verdad. Claro, ya lo decía Rubén Blades, que “se ven las caras, pero nunca el corazón”. Eso es verdad como también dicen que es cierto que algunos “nacen para ser líderes” o que otros aprenden a serlo en el fogueo de la actividad donde se desenvuelven. Ambas son creencias generalizadas.
En Venezuela, por ejemplo, el liderazgo del sacerdote católico, José Joaquín Cortez de Madariaga, nacido en Santiago de Chile, encendió los sucesos del 19 de abril de 1810 que llevó al camino de nuestra independencia. Simón Bolívar, grande entre los grandes libertadores, gozó de un liderazgo indiscutible junto con otros héroes independentistas.
El caso de Bolívar no es el mismo al de muchos que han pasado después de él hasta llegar a la actual época de nuestra historia contemporánea venezolana. Su riqueza la usó en la causa emancipadora sin importar si iba o no a la ruina. Murió pobre con camisa prestada en San Pedro Alejandrino, Colombia.
Mucho del liderazgo en funciones de gobierno que ha sucedido a El Libertador en todas las épocas ha llegado pobre a la política y termina saliendo millonario sin poder justificar la riqueza. Claro, en 203 años de independencia no puede señalarse a todos.
Afortunadamente los probos y honestos han sido mayoría, pero “el dinero y la tos no se pueden esconder”, como dijo CAP en un momento cuando lo señalaron de actos de corrupción. El liderazgo perfecto sin manchas sería lo ideal.
En momentos, seguro muchos nos preguntamos ¿es eso posible?. Pienso que si desde que el liderazgo de una persona combina esa condición en demostrar que tiene palabra, es honesta, que cumple, no engaña, es sincera y resuelve los problemas de la gente. Cuando eso sucede sabemos que al elegirla a algún cargo de representación popular no perdemos el voto. Aún cuando equivocarnos es una lotería.
También conseguimos a otros que por falta de propulsión natural o luz propia, buscan el padrinazgo o se cobijan a la sombra de otro de comprobado liderazgo, sacando rédito a su futuro en la escena política. Quien no recuerda haber escuchado que fulano o mengano tiene futuro por estar pegado a la chaqueta del iluminado, porque sólo no llega a la esquina.
No es lo mismo ser un dirigente o líder que poseer liderazgo social propio no nacido por pertenecer a alguna organización con fines políticos. La diferencia entre un líder y el liderazgo es que el líder es una persona, mientras que el liderazgo es un conjunto de habilidades y un proceso social. No todo líder tiene condiciones especiales a quien destaca por su propio liderazgo.
No es sincero hacer creer que poseer liderazgo, por ejemplo, sea compatible con el error o “novatada” de ganar una elección en cualquier espacio del Poder Público y, después, no asumir la designación del electorado que creyó en ese candidato. Asimismo, no significa poseer liderazgo propio haciendo uso del ventajismo de los poderes del Estado y que la gente siga sin tener calidad de vida.
No es compatible creer que se posee un liderazgo haciendo uso de las redes sociales sin haber visitado más nunca la barriada, urbanización o los sectores populares, donde consiguió la confianza de la gente en época de elecciones. Este tipo de “liderazgo virtual” es muy común en estos tiempos de tecnologías, a diferencia cuando existían los periódicos identificados como liderazgos de papel.
En fin, colores, organizaciones políticas o pensamiento ideológico es lo menos importante cuando el liderazgo verdadero debe significar respeto, disciplina y cumplimiento de la palabra a la que muchos le han sacado bastante provecho personal en nombre de la justicia social.
¡Amanecerá y Veremos!
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003