El régimen de Nicolás Maduro pretende convertir la Embajada de Argentina en Caracas, bajo la protección de Brasil, en una especie de centro de tortura.
El corte de los servicios básicos y el permanente asedio de los cuerpos policiales a esta sede diplomatica y casas circunvecinas ha desatado una ola de indignación y protesta tanto a nivel nacional como internacional.
La noticia resuena como la historia oscura de las constantes violaciones a los derechos humanos en Venezuela y plantea serias preocupaciones sobre la seguridad de los seis miembros del equipo de campaña de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia que hemos buscado refugio en esta embajada para evitar ser capturados por los verdugos de Maduro.
Desde nuestra llegada a la Embajada, el régimen de Maduro ha sido acusado repetidamente por el hostigamiento e intento de silenciar a aquellos que nos atrevimos a cuestionar su corrupcion, incapacidad e irrespeto a los derechos fundamentales.
La primera medida fue la de expulsar a todos los diplomáticos argentinos que se encontraban en Venezuela por darnos refugio ante la brutal represión desatada contra la oposición.
De alli en adelante, la embajada Argentina, un símbolo de protección y asilo, bajo el gobierno de Javier Milei, se vio transformada en un lugar de acoso permanente, donde la amenaza y el asedio se convertió en la moneda común.
Esa transformación es un claro ataque no solo a la soberanía de un país amigo y solidario, sino también a los principios fundamentales de la diplomacia y el respeto a los derechos humanos.
Los seis dirigentes políticos asilados en la embajada representamos la lucha por la democracia y la libertad en el país que han sido arrebatadas por un régimen autocrático.
Nuestro destino es ahora incierto, y la posibilidad de que seamos sometidos a prisión, torturas o maltratos es un peligro constante.
La comunidad internacional tiene la responsabilidad de reaccionar con rapidez ante esta grave crisis.
La indiferencia ante tales actos podría sentar un precedente peligroso, permitiendo que se perpetúen violaciones a las sedes diplomáticas y a los derechos humanos en Venezuela y en otros lugares donde los derechos de las personas son vulnerados.
Es crucial que los gobiernos y las organizaciones de derechos humanos se movilicen para condenar estas acciones y exigir el respeto a la integridad de los asilados y de todos los presos políticos.
La lucha por la justicia y la protección de los derechos humanos nunca ha sido más relevante.
El clamor por la libertad debe resonar en todos los rincones del mundo, y la voz de quienes defienden la democracia no puede ser silenciada.
Las redes sociales y los medios de comunicación también juegan un papel vital en la difusión de esta situación crítica.
Cada historia de tortura, cada testimonio de abuso debe ser compartido y llevado a la conciencia colectiva.
La presión internacional puede marcar la diferencia, y la comunidad global no puede permitirá que la violencia y la represión prevalezcan.
En este momento oscuro, la esperanza radica en la posibilidad de unidad y solidaridad.
La lucha por un futuro donde la dignidad humana sea respetada debe ser un esfuerzo colectivo.
Alzamos nuestras voces por todos los que han sufrido a manos de un régimen opresor, y por un mundo donde la justicia y la paz sean más que meras aspiraciones.
La historia nos enseñará que la luz siempre encuentra el camino, incluso en los momentos más sombríos.