Desde luego, en aquel momento no se habían realizado las elecciones presidenciales; no se tenía un resultado firme con actas en mano, y parecía lejana la posibilidad de realizarlas, menos aún limpiamente. Entonces esbocé algunas respuestas a los planteamientos:
https://www.elnacional.com/opinion/almagro-el-camino-que-puede-bifurcarse/
https://gitx.awsccs2.com/2022/08/04/william-anseume-almagro-desde-la-impotencia/amp/#amp_tf=De%20%251%24s&aoh=17335225617222&referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com
Hoy, al invocar el extremismo extremo de ambas partes, se retuerce aquella posición, con “foro” y con mucho “civismo”. En desconocimiento de los valores democráticos de la alternancia en el poder, y de la derrota del derrotado. Del triunfo del ganador. Amoldarse, arrimarse, negociar algo distinto a lo obtenido, porque detentan el poder y tú sabes. El coco, y tal. No existe, en América Latina, ni en el mundo, país democrático alguno, demócrata alguno, que considere que quien ganó no recoge el triunfo, ni quien derrotado no abandona el poder. Ahora, entender procesos distintos a los democráticos es otro cantar. Por eso ocurre cuanto ocurre. Largo de relatar aquí, pero conocido por todos.
Convivir con el enemigo, convivimos. ¿Pero de qué manera? Porque el asunto no es convivir con aquel a quien le dejé de hablar, porque me vio feo, o me empujó, o no me saluda porque le caigo mal. Se trata de, luego de obtenido el triunfo, producto de una profunda confrontación de dos bandos polarizados, reducir la estupenda ganancia a polvo cósmico. No sería cohabitar, sería mantener la dominación con vaselina. O sea, hacerse los locos, mirar hacia el otro lado y dejar hacer. ¿Eso queremos?
Los polos opuestos estuvieron muy marcados, con una inclinación ampliamente mayoritaria hacia uno de ellos. Lo demás son minucias del reguero. La diferencia estará en mirar el problema de frente y más. O dejar pasar como si nada hubiera ocurrido. No amnistía sino amnesia total. ¿Es esa la tercera vía deshabitada? ¿Convivir así, con ellos, después de todo? Prefiero seguir mirando de frente. A no ser que la tortícolis sea irremediable. ¿Irremediable? Ah pues.