El depuesto presidente sirio, Bashar al Asad, encontró refugio hace una semana en Rusia. Desde entonces, no ha habido ninguna noticia sobre su estado y el de su familia, aunque Moscú mantuvo el mismo secretismo en el caso de otros mandatarios a los que concedió asilo.
Aunque fue el Kremlin el que confirmó el 8 de diciembre la presencia de Al Asad en territorio ruso, el portavoz presidencial, Dmitri Peskov, ha esquivado el tema durante toda la semana en sus ruedas de prensa.
Una palabra de más puede poner en peligro el futuro de sus bases militares en el país árabe, por lo que los altos funcionarios rusos también se han abstenido de criticar abiertamente a los grandes beneficiados de la caída del régimen: Turquía, Israel y EEUU.
Esperando a Putin
Diplomáticos sirios e iraníes han confirmado que la familia del derrocado dictador se encuentra en Rusia, por lo que no ha duda sobre su paradero. Pero tampoco aportaron más detalles.
El hijo mayor de los Asad, Hafez, terminó el doctorado en una universidad de la capital rusa, donde la familia habría comprado, según medios locales, varios lujosos apartamentos en la conocida como Moscow City, que alberga algunos de los rascacielos más altos de Europa.
Parece que todos esperan a que el presidente ruso, Vladímir Putin, se manifieste al respecto, no en vano fue él quien apostó por evitar el derrocamiento del régimen al desplegar tropas en el país árabe en 2015.
Putin ha participado esta semana en varios actos oficiales, pero nunca aludió a este asunto, lo que demuestra que el revés geopolítico para el Kremlin ha sido notable.
Lejos queda la escenificación de la victoria en Siria con el histórico concierto celebrado en mayo de 2016 en las ruinas de Palmira con intervención incluida del jefe del Kremlin por videoconferencia.
Con todo, la espera no será larga. En la conferencia de prensa anual del 19 de diciembre tendrá que abordar dicho asunto.
En el caso más reciente del ucraniano Víktor Yanukóvich, al que Moscú rescató en febrero de 2014, el Kremlin lo consideró directamente responsable de su suerte por hacer oídos sordos al consejo de reprimir con firmeza las protestas opositoras.
Asad tiene la culpa
La propaganda rusa demostró claramente el cambio de tendencia en relación a Al Asad. En pocos días los medios pasaron de tachar de “terroristas” a los rebeldes del Organismo de la Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, HTS, en árabe) a llamarlos puramente y llanamente “oposición armada”, con la que Moscú ya ha entrado en contacto, según conformó el jueves Exteriores.
Todo con tal de no poner en evidencia al ejército ruso, incapaz de combatir en dos frentes al mismo tiempo y enfangado en su actual ofensiva en el Donbás.
Asad se ha convertido en un personaje incómodo para Rusia, ya que, al igual que ocurrió en el caso de los depuestos dirigentes de Irak, Libia y Ucrania, el Kremlin no quiere que cunda la impresión de que su régimen autoritario también tiene los pies de barro.
Por si hubiera alguna duda, el subjefe del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvédev, puso los puntos sobre las íes tras su viaje a China.
“La situación interna dependía de la administración, del Gobierno de Asad. Lamentablemente, el Ejército sirio se mostró incapaz, lo que, probablemente, sea la confirmación de los errores de cálculo cometidos durante la gestión estatal”, dijo el expresidente ruso.
Además, puso en serias dudas que las futuras autoridades logren garantizar la convivencia entre los diferentes grupos étnicos del país.
“En el antiguo modelo aplicado por los Asad, padre e hijo, se logró (el consenso) durante algún tiempo. No hablo ahora de que a qué precio y con qué consecuencias”, señaló, según la agencia TASS.
Los sirios de Rusia le dan la espalda
Sea como sea, la numerosa comunidad siria en Rusia ha hecho borrón y cuenta nueva. La embajada en Moscú arrió el mismo lunes la bandera nacional e izó la enseña de la oposición.
En sus alrededores se concentraron esta semana grupos de sirios para mostrar su apoyo a las nuevas autoridades de Damasco.
“La vergonzosa y humillante fuga bajo el amparo de la noche y sin ningún sentido de la responsabilidad nacional del jefe del sistema confirma la necesidad de un cambio y despierta la esperanza de un futuro mejor”, comentó Bashar Jaafari, embajador sirio en Rusia y antiguo representante ante la ONU (2006-2020).
Jaafari aseguró al canal RT en árabe que la caída del régimen en menos de dos semanas corrobora su “impopularidad y falta de apoyo tanto en la sociedad como entre las filas de las Fuerzas Armadas”.
EFE