El País: Petro se queda solo en Venezuela

El País: Petro se queda solo en Venezuela

Gustavo Petro. Foto: NurPhoto via Getty Images

 

Gustavo Petro se ha quedado solo respecto a su posición frente a la vecina Venezuela. El presidente de Colombia insiste en que su embajador en Caracas, su amigo y persona de total confianza, Milton Rengifo, acuda el viernes a la toma de posesión de Nicolás Maduro como presidente. Su número 2, Laura Sarabia, y el canciller, Luis Gilberto Murillo, le han insistido en que eso le hará un enorme daño a su reputación y dará a entender que avala la investidura del heredero de Hugo Chávez, cuando el oficialismo nunca ha enseñado las actas electorales ni ha demostrado de manera alguna su supuesta victoria en las elecciones del 28 de julio. En cambio, el otro candidato, Edmundo González, ha presentado unas actas que han sido cotejadas y dadas como verdaderas por el Centro Carter y la OEA. A estas alturas, nadie cree que Maduro haya ganado las elecciones, ni siquiera él mismo ni quienes le rodean.

Por Juan Diego Quesada / Santiago Torrado / elpais.com





Petro tenía decidido desde hace tiempo ausentarse de la investidura de Maduro, pero había mantenido el suspenso. Para acallar un alud de críticas, dijo públicamente este miércoles que no lo haría por la detención del excandidato presidencial Enrique Márquez, al que conoce desde hace tiempo, y de un defensor de la libertad de expresión, Carlos Correa. “Esto, y otros hechos, impide mi asistencia personal”, explicó. Sus más allegados respiraron aliviados, llevaban 48 horas preocupados por la deriva represora en Venezuela y el silencio que mantenía Petro al respecto.

Desde que restableció las difíciles relaciones con Venezuela en 2022, el presidente ha dicho en más de una ocasión que el fallido “cerco diplomático” sobre el chavismo que impulsó su antecesor, el conservador Iván Duque (2018-2022), es la peor política posible, equivale a entregarle la frontera a las mafias y no sirvió para nada. “Cerrar fronteras, evitar el relacionamiento diplomático y separar nuestros pueblos a la fuerza es de una brutalidad enorme”, insistió en su mensaje de esta semana. A partir de esa premisa, Colombia ha puesto en marcha una política de buena vecindad sometida ahora mismo a una tensión insoportable.

Sarabia y Murillo no han quedado satisfechos del todo con la postura de su jefe, el problema de fondo continúa. No han logrado, por ahora, convencer a Petro de que tampoco envíe a Rengifo a la ceremonia. El presidente se propone no romper relaciones con el chavismo y quiere mantener este gesto que considera menor. Sarabia y Murillo le dicen que no lo es, y que se le va a juzgar duramente por esa foto. Maduro es una figura amplísimamente repudiada en Colombia. En la Cancillería, dan por descontado que Caracas va a interpretar esa representación menor como un desaire en cualquier caso. A la vez, Rengifo vive días caóticos. Le llueven las presiones por todos lados. Su nerviosismo quedó evidenciado en una entrevista en el noticiero de RTVC, la televisión pública. Un lugar donde, en teoría, no iban a ponerle en apuro con preguntas fiscalizadoras.

Pero resulta que sí lo fueron. Rengifo confirmó que asistirá por “instrucción del presidente de la República”. Se trata de una “decisión estratégica”, dijo, y a continuación enumeró las relaciones históricas de ambos países. Argumentó, como hace el presidente, que una ruptura de relaciones afectaría a cientos de miles de colombovenezolanos. Y criticó los bloqueos y las sanciones, como suele hacerlo Petro. Hasta ahí, según el libreto. A partir de aquí, el traspiés. Embajador, ¿cómo está el ambiente político ahora mismo en Venezuela y qué posición tiene usted frente a la detención de defensores de derechos humanos? Rengifo se refiere solo a la detención de colombianos –al menos nueve desde el 28 de julio, de acuerdo con las cuentas de la Cancillería– y evita referirse al resto de casos ocurridos en las últimas 72 horas. Y entonces le preguntaron sobre las declaraciones del chavismo sobre la orden de captura de Edmundo González: “No he tenido la oportunidad, estaba en el campo en Colombia, en vacaciones, para desestresarme opté desde el 20 de diciembre de no seguir las noticias”.

Aunque se antojan lejanos, los días en que Colombia buscaba mediar por una salida negociada entre el chavismo y la oposición, en un esfuerzo conjunto con Brasil y en un primer momento también con México, dejaron una mínima coordinación entras las tres potencias latinoamericanas gobernadas por la izquierda. A nivel de cancillerías, coincidieron en que no deberían asistir a la cuestionada investidura ni los presidentes, ni los propios cancilleres.

En los tres casos, se espera que al final acudan los respectivos embajadores, pero la nueva oleada represiva del chavismo, más atrincherado que nunca, ha puesto cuesta arriba sostener incluso esa representación de menor perfil. Fuentes diplomáticas colombianas defienden la decisión con el argumento de que no se está enviando a nadie, que el embajador ya está desplegado en Caracas. Esa es su misión. La presencia del Rengifo en Colombia le quita peso a ese mensaje.