Mauricio Macri, quien abandonó la comodidad de una vida millonaria para meterse en las fangosas arenas del fútbol y la política, logró el domingo poner fin a 12 años ininterrumpidos de kirchnerismo en Argentina.
Por DEBORA REY, Associated Press
Con 56 años, tendrá el desafío de garantizar la gobernabilidad en un país con fuertes divisiones políticas y romper con el maleficio de 60 años de presidentes no peronistas que no pudieron concluir su mandato.
“Hoy es un día histórico, es un cambio de época que va a ser maravilloso. Es un cambio que nos tiene que llevar hacia el futuro, hacia las oportunidades”, dijo el presidente electo ante varios cientos de sus partidarios del frente opositor Cambiemos.
Agregó que “lo importante es el camino del trabajo, del esfuerzo, de no querer sacar ventaja a costa del que se tiene al lado… Mi tarea es ayudarlos a encontrar ese camino de desarrollo personal y el de sus familias”.
Este ingeniero civil, padre de cuatro hijos, supo capitalizar el descontento de una mayoría de la población hacia el kirchnerismo, la corriente de centro-izquierda del peronismo fundada por la presidenta Cristina Fernández y su fallecido esposo y antecesor Néstor Kirchner y que viene gobernando el país desde 2003.
Lo hizo sobre la base de un discurso componedor y no ideologizado que contrasta con el estilo de confrontación del kirchnerismo, que ha provocado una división política en la sociedad, y haciendo hincapié en su perfil de tecnócrata con capacidad de gestión que puede “solucionar los problemas de la gente”.
“Nuestra ideología es resolver, es hacer, lo definiría como un desarrollismo moderno del siglo XXI”, señaló recientemente.
Preferido de los mercados y de la clase media urbana, Macri también logró persuadir a los votantes de los sectores populares -donde el peronismo ha sido históricamente más fuerte-, de que el cambio de modelo de un gobierno populista a otro de centro no significará un recorte de los subsidios para las familias sin empleo y de otros beneficios sociales.
Macri no es un político tradicional al estilo de los Kirchner y de muchos dirigentes de su propio espacio político. Como primogénito del poderoso magnate Franco Macri, estaba destinado a convertirse en el sucesor al frente de los negocios familiares.
Pero la mala relación con su padre -el propio Mauricio ha confesado que “me ponía al frente de todo y a los dos días estaba rodeado de tipos que mandaba él a ver como fracasaba”- lo llevó a tomar un camino diferente y postularse a presidente del popular club de fútbol Boca Juniors.
La idea la maduró durante su cautiverio a manos de una banda de policías y agentes de inteligencia que lo secuestraron en agosto de 1991. Lo liberaron 15 días después a cambio de una suma de entre seis y ocho millones de dólares.
A su llegada a Boca padeció los prejuicios en torno a su condición de “niño rico” sin antecedentes en el mundo del fútbol. No obstante, bajo su mandato el club vivió el ciclo más exitoso de su historia con la conquista de cuatro copas Libertadores, dos Intercontinentales y varios títulos de liga.
Cuando se convirtió en una figura popular en toda Argentina por los triunfos deportivos, fundó después de la crisis de 2001 el partido Propuesta Republicada (PRO), al que sumó a dirigentes de distintas fuerzas políticas tradicionales que habían desencantado a los argentinos.
Sumergido en el barro de la política, Macri tuvo que convivir con las suspicacias en torno al origen de la fortuna de su familia. Su padre manejó durante más de una década la filial argentina de FIAT gracias a su estrecha relación con la poderosa familia Agnelli, involucrada en el escándalo de corrupción “mani pulite” en Italia.
El Grupo Macri también fue contratista del Estado bajo gobiernos militares y civiles. Su apellido aparece asociado al proceso privatizador de empresas públicas y la frivolidad que marcaron el gobierno neoliberal de Carlos Menem en la década de 1990.
En 2003 Macri se postuló sin suerte a alcalde de la ciudad de Buenos Aires y dos años después obtuvo una banca de diputado nacional, un cargo con el que nunca se sintió cómodo porque siempre prefirió “lo ejecutivo”.
La semilla de su proyecto presidencial germinó en 2007 cuando venció al kirchnerismo en las elecciones para la alcaldía de la capital.
Administró Buenos Aires con un sistema de gestión empresarial, con él como líder de un nutrido equipo de consejeros, en su mayoría gerentes de compañías pertenecientes al grupo Macri que luego asumieron en ministerios.
“En el PRO prima la idea de que el Estado está para favorecer la energía emprendedora del mundo empresarial”, explicó Gabriel Vommaro, autor del libro “Mundo PRO, anatomía de un partido fabricado para ganar”.
Durante su gestión como alcalde, la justicia lo procesó por supuesto espionaje a opositores y miembros de su familia, pero él ha negado los cargos y acusó al kirchnerismo de inventar la causa judicial.
Macri asumirá el 10 de diciembre con varios desafíos por delante: una inflación de al menos 27% anual según economistas privados, restricciones a la compra de dólares, retraso cambiario, estancamiento del crecimiento, creciente inseguridad y el avance del narcotráfico.
También deberá negociar con los llamados “fondos buitres”, los inversionistas estadounidenses que han demandado al país por títulos impagos de su deuda.
Pero las correcciones a los desequilibrios económicos no deberán alterar las conquistas sociales del periodo kirchnerista para evitar protestas como las de 2001, cuando millones de argentinos cayeron en la pobreza a raíz de la aplicación de políticas de ajuste.
Mantener el capital político que ha ganado en estas elecciones depende de ello. De lo contrario podría quedar preso de la maldición que se ha cernido sobre los presidentes no peronistas. AP