Lo que se espera de un gobierno es la puesta en marcha de un plan para lograr el cumplimiento de las promesas hechas al electorado, el funcionamiento óptimo de los servicios al ciudadano, la garantía de seguridad personal y el desarrollo y mantenimiento de una infraestructura que procure los mejores estándares de calidad de vida. Por encima de todo esto, se espera de los gobernantes un sentido de respeto al marco legal imperante, la rendición de cuentas y hablar con la verdad en momentos de crisis por muy duro que sea.
El caso venezolano está muy lejos de ese ideal. Lo primero que hay que decir es que el poder está ocupado por una secta política que pone por encima del bienestar de los venezolanos, un credo comunista que hasta el momento nos ha costado caer a los niveles más bajos del continente en cuanto a calidad de vida. Además, ha generado expectativas decrecientes de tener servicios de salud, educación y seguridad adecuados a las exigencias de la población.
Luego hay que mencionar la ausencia de una agenda pertinente. Es decir, una lista de temas y prioridades que coincidan con los deseos del pueblo en cuanto a la direccionalidad del gobierno. Basta una somera revisión de las encuestas para saber que la gente quiere superar la escasez, la delincuencia, la pérdida del poder adquisitivo, tener electricidad y agua todo el tiempo y no cuando la naturaleza nos lo conceda.
Maduro y su equipo de incapaces ministros andan en otra cosa. Tratando de tapar el sol con un dedo. Simulando situaciones que no existen. Atacando unos problemas inventados en las salas situacionales de tácticas cubanas. La creación continua de amenazas, la denuncia permanente de enemigos tanto internos como externos y la promesa de una batalla final que nos llevará a la conquista de la paz, que al final podrá permitir la realización de la revolución: ¡la gran farsa!
Hagamos un rápido análisis de la vocería oficialista para que veamos de qué va este gobierno. Comencemos por las nulidades engreídas, uno de ellos director de un matutino de alta circulación quien sostiene que lo que pasa en Venezuela es producto del plan Cóndor. Sostiene que los malucos gringos están haciendo zozobrar a los gobierno de “avanzada” de América Latina. Este señor no se ha enterado de la caída del Muro de Berlín. Usa excusas para tratar de salvar la imagen de unos gobernantes corruptos que se ha demostrado se enriquecieron a costa del sufrimiento de sus pueblos. No hay tales avances. Solo se puede mostrar retroceso.
Luego aparece un diputado, previamente ministro de vivienda, diciendo que la empresa más eficiente del país, Polar, no puede ser manejada óptimamente por manos privadas. Solo le faltó la nariz de payaso. Debe estar convencido este señor de la estupidez de los venezolanos. Este gobierno diputado, quebró empresas de café, empresas de producción de harina de maíz para hacer arepas, fundos, empresas de electricidad, CANTV y, como si fuese poco, arruinó PDVSA. Este gobierno es responsable del hambre que están pasando los venezolanos. ¿Hasta cuando los discursos en defensa del peor gobierno en la historia de las Américas?
El ministro de economía aparece de los más orondo diciendo que habrá un límite a las importaciones para forzar a la empresa privada a producir más. Si no fuese por la nefasta implicación de esta declaración, provocaría carcajadas sonoras y prolongadas. Fue este gobierno señor ministro el que quebró al empresariado nacional para favorecer importaciones que enriquecieron groseramente a militares, funcionarios y empresarios ad hoc allegados al gobierno. La tragedia detrás de la declaración del ministro es que el gobierno de Maduro le seguirá dando prioridad al pago de la deuda externa y los intereses que genera. Es mucho más importante para el socialismo del siglo veintiuno cumplir con los grandes capitales que con el pueblo venezolano. Por cierto, muchos de los papeles de la deuda soberana y de PDVSA están en manos de venezolanos, muchos de ellos, muy allegados al gobierno.
Dentro de la farsa que significa este gobierno, Maduro inventa la invasión por parte de una potencia extranjera y convoca a unos ejercicios militares para defender nuestro territorio. Nunca una propaganda había tenido efectos negativos tan devastadores sobre el gobierno. Ver al vicepresidente disfrazado de teniente y con gorra de general aclara a cualquier enemigo que la defensa de Venezuela está en manos de unos improvisados que no tienen idea de lo que es una guerra.
Los ejercicios mostraron a uniformados con una condición física verdaderamente deplorable. Obesos que difícilmente podrían correr cien metros sin caer víctimas del cansancio, ancianos y personas cuya sola postura física indica que no están preparados para el rigor de una guerra.
Esto sin hablar de una de las dimensiones fundamentales de todo apresto operacional: alimentos, insumos de salud y productos para la higiene personal. No se puede pensar en una guerra si estos elementos no se encuentran plenamente garantizados.
Gracias a Dios lo de la invasión es mentira, parte de la farsa gubernamental. Caso contrario, el potencial invasor estaría celebrando de antemano su victoria. El circo que se vio el fin de semana llama a la reflexión sobre el futuro de la institución militar en Venezuela. La necesidad de recuperarla para los objetivos previstos en la Constitución es urgente. Eso no se puede hacer con políticos uniformados como el actual ministro.
El gobierno de Venezuela es una farsa. Quiere minimizar los problemas que sufrimos los venezolanos. Un irresponsable Maduro trata infructuosamente de desmentir a los medios internacionales. Su única preocupación es mantenerse en el poder para que ni él, ni su familia y adláteres enfrenten el inevitable destino de ser sometidos a la justicia. Los espejos de Argentina y Brasil lo tienen muy preocupado.
@botellazo